Me temo que, como dice la canción, “no más se pandea la palma ya estás viendo tú ciclones”, por el momento no es para tanto. En el sofisticado mundo de las finanzas existen tres calificadoras (calificadoras porque califican, en este caso, el riesgo de la deuda que emite un gobierno), de ellas sólo Standard and Poor’s es la que hizo el ajuste de AAA a AA+, y al parecer fue por un error de cálculo. En las calificaciones de las otras dos, E.U. sigue siendo parte del club de la AAA (no confundir con la membresía que dan para entrar a ver la lucha libre).
Sin embargo, esto ha movido a los mercados financieros como sólo E.U. puede hacer. Cuando a la deuda de un país le rebajan la calificación quiere decir que es más probable que no pague y las personas que tienen bonos de ese país los venden. En el alrevesado caso norteamericano (que bien podría haber salido de la cabeza de Lewis Carroll) los inversionistas no se deshicieron de los bonos de E.U., incluso compraron más. El casi siempre sabio mercado manda el mensaje de que es más probable que Ninel Conde se enamore de mí, a que los norteamericanos no paguen sus deudas.
Pero no hay que estar tranquilos, el problema que subyace detrás del cambio en la calificación, de los movimientos del mercado, del problema de la deuda norteamericana y los jaloneos políticos por allá, es el terror a una nueva depresión, como de quinceañera despechada. Eso sí es para preocuparse.