Y es que no es algo nuevo lo sucedido el 9 de marzo en la Facultad de Economía de la UNAM, ningún alumno o ex alumno de la facultad podría pensar su estancia sin los paladines de la justicia que cuidan de la dignidad de la universidad. Personas que sacrificando todo (incluso la pluralidad y el diálogo) llevan a lo más alto la defensa de la universidad ante los oscurísimos personajes que, cual caballo de Atila, en donde pisan no vuelve a crecer la hierba.
Normalmente las piruetas y desgarres vocales de los justicieros tienen como máximo alcance la barda que delimita Ciudad Universitaria. En esta ocasión lo distinto fue que el eco llegó hasta algunos medios de comunicación a nivel nacional (algunos nada más, tampoco crean que fue tan importante, el mismo Labastida minimizó el incidente).
Normalmente las piruetas y desgarres vocales de los justicieros tienen como máximo alcance la barda que delimita Ciudad Universitaria. En esta ocasión lo distinto fue que el eco llegó hasta algunos medios de comunicación a nivel nacional (algunos nada más, tampoco crean que fue tan importante, el mismo Labastida minimizó el incidente).
Lo que si es preocupante es el grado de intolerancia al que están llegando estas personas, y, aún peor, la magnitud de su ceguera ante sus acciones. Según ellos, el haber impedido el acto que promovía la fundación Beteta no fue censura, si no “un acto de dignidad, de memoria histórica”. En respuesta a esto basta recordar a Voltaire diciendo “podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho de manifestarlo”, frase que adecuadamente colocaron los encargados de la página web de la facultad.
Lo alegre de este asunto es que entre más intolerantes se vuelven nuestros justicieros menos adeptos ganan.
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