En estos tiempos en que se presume tanto de la democracia y sus bondades llegó hasta mi el libro “The Myth of the Rational Voter” de Bryan Caplan, en el se compara, por medio de estadísticas, las acciones de los electores y los economistas en relación con ciertos asuntos, mostrando que mientras los economistas basan sus decisiones en la ciencia y la lógica, los votantes proceden de manera opuesta. El autor cita un curioso acontecimiento que refrenda su hipótesis: La gente, cuando ejerce de consumidora, es sensible a los precios, de ahí que le interese que no haya aranceles y favorezca el libre comercio; pero cuando ejerce de votante resulta que respalda a quienes piden restricciones a la entrada de mercancías de países terceros.
Pensar que el libre mercado debe favorecerse totalmente mientras se acota al máximo el crecimiento del Estado (como se propone en el libro) es un argumento arcaico y desacreditado, pero existen puntos muy rescatables de la exposición, como la irracionalidad de los votantes para tomar decisiones ya que la mayoría de las veces velan por sus intereses inmediatos, atomizados o de clase, en vez del tan cacareado bienestar general. (1)
Existen muchos casos ilustrativos en la democracia mexicana, como las propuestas absurdas (desde el punto de vista económico) de muchas agrupaciones políticas que buscan únicamente fines electoreros. Lo peor: los votantes reaccionan a esa clase de estrategias.
Quizá la solución no sea “más” sino “mejor” democracia, aunque a mi parecer esa forma de gobierno es un paciente desahuciado por la irracionalidad de la mayoría, pero esto dicho entre usted y yo porque luego me tachan de fascista.
(1) A propósito de irracionales, se esta poniendo de moda una corriente económica que abandona al mítico homo economicus y centra su estudio en un homo nada economicus.
Pensar que el libre mercado debe favorecerse totalmente mientras se acota al máximo el crecimiento del Estado (como se propone en el libro) es un argumento arcaico y desacreditado, pero existen puntos muy rescatables de la exposición, como la irracionalidad de los votantes para tomar decisiones ya que la mayoría de las veces velan por sus intereses inmediatos, atomizados o de clase, en vez del tan cacareado bienestar general. (1)
Existen muchos casos ilustrativos en la democracia mexicana, como las propuestas absurdas (desde el punto de vista económico) de muchas agrupaciones políticas que buscan únicamente fines electoreros. Lo peor: los votantes reaccionan a esa clase de estrategias.
Quizá la solución no sea “más” sino “mejor” democracia, aunque a mi parecer esa forma de gobierno es un paciente desahuciado por la irracionalidad de la mayoría, pero esto dicho entre usted y yo porque luego me tachan de fascista.
(1) A propósito de irracionales, se esta poniendo de moda una corriente económica que abandona al mítico homo economicus y centra su estudio en un homo nada economicus.
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